15 may 2020

EL PRIMER TATAMI.


EL PRIMER TATAMI.                   

Un curso intensivo de 15 días,  realizado en La Coruña, me permitió pasar directamente a Cinto Azul y obtener mi primera licencia federativa emitida por la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes a través de la Federación Española de Lucha.
De aquellos comienzos en la pradera, “fabricando” nuestros propios judogis, atados con una cinta de persiana pasamos a tener un tatami fijo en un semisotano de la calle San Juan (paralela a la ubicación actual del Kyoto). El tatami de unos veinticinco metros cuadrados, formado por unos listones de madera pegados a las paredes del local, con un relleno de serrin como mullido y forrado con una lona componían un tatami mucho mas confortable que la hierba.
Un pequeño vestuario bajo una escalera y una ducha de agua fría, completaban el equipamiento.
Con frecuencia, nos encontrábamos la llave del agua cerrada y ese día no había ducha, que en el duro invierno leonés era de agradecer.
La preparación física se hacía corriendo hasta lo alto del pinar de la Candamia, bajando por la orilla del río, sobre las piedras para fortalecer los tobillos. Duraba entre una hora y hora y media y después a entrenar uchikomi y randori.
Allí se formó un autentico equipo de amigos que mediante una pequeña cuota nos permitía pagar el alquiler del local. Judokas distinguidos de aquella época son Benigno Calleja, José Antonio Delás, Ricardo Gavilanes, Isidoro Rodríguez, Juan Ignacio Monge y varios más.
El contacto con la Federación Castellana N.O., con sede en Valladolid, nos sirvió para conocer al único Club instalado allí, el Inokuma, que dirigía D. Epifanio Sánchez Pereira, Cinturón Negro, quien amablemente me invitó a entrenar con él, siempre que pudiera y evidentemente aproveché la oportunidad. Los viernes al salir de la Escuela Normal de Magisterio, tomaba el tren para ir a entrenar al Inokuma. Dormir en el tatami, entrenar por las tardes e ir a correr al pinar de Valladolid en la mañana de los domingos, para terminar con un randori agotador, se convirtió en una costumbre del fin de semana.
Al poco de empezar aquello Epi, me ascendió a Cinturón Marrón y la Federación me autorizó a impartir enseñanza en el Club Kyoto. El Sr. Talavera, Presidente de la territorial me nombró Delegado en León para tramitar licencias y realizar promoción del Judo.
Todos teníamos nuestra licencia federativa que nos permitía subir de grado. Era obligatorio, para poder competir, estar adscrito al seguro de la Mutualidad General Deportiva. En caso infrecuente de lesión, mediante un parte aportado por el Presidente de la Federación Castellana N.O., era designada la clínica leonesa, en que te atendían muy bien.


14.05.2020.