EL PRIMER TATAMI.
Un curso
intensivo de 15 días, realizado en La
Coruña, me permitió pasar directamente a Cinto Azul y obtener mi primera
licencia federativa emitida por la Delegación Nacional de Educación Física y
Deportes a través de la Federación Española de Lucha.
De aquellos
comienzos en la pradera, “fabricando” nuestros propios judogis, atados con una
cinta de persiana pasamos a tener un tatami fijo en un semisotano de la calle
San Juan (paralela a la ubicación actual del Kyoto). El tatami de unos
veinticinco metros cuadrados, formado por unos listones de madera pegados a las
paredes del local, con un relleno de serrin como mullido y forrado con una lona
componían un tatami mucho mas confortable que la hierba.
Un pequeño
vestuario bajo una escalera y una ducha de agua fría, completaban el
equipamiento.
Con
frecuencia, nos encontrábamos la llave del agua cerrada y ese día no había
ducha, que en el duro invierno leonés era de agradecer.
La preparación
física se hacía corriendo hasta lo alto del pinar de la Candamia, bajando por
la orilla del río, sobre las piedras para fortalecer los tobillos. Duraba entre
una hora y hora y media y después a entrenar uchikomi y randori.
Allí se formó
un autentico equipo de amigos que mediante una pequeña cuota nos permitía pagar
el alquiler del local. Judokas distinguidos de aquella época son Benigno
Calleja, José Antonio Delás, Ricardo Gavilanes, Isidoro Rodríguez, Juan Ignacio
Monge y varios más.
El contacto
con la Federación Castellana N.O., con sede en Valladolid, nos sirvió para
conocer al único Club instalado allí, el Inokuma, que dirigía D. Epifanio
Sánchez Pereira, Cinturón Negro, quien amablemente me invitó a entrenar con él,
siempre que pudiera y evidentemente aproveché la oportunidad. Los viernes al
salir de la Escuela Normal de Magisterio, tomaba el tren para ir a entrenar al
Inokuma. Dormir en el tatami, entrenar por las tardes e ir a correr al pinar de
Valladolid en la mañana de los domingos, para terminar con un randori agotador,
se convirtió en una costumbre del fin de semana.
Al poco de
empezar aquello Epi, me ascendió a Cinturón Marrón y la Federación me autorizó
a impartir enseñanza en el Club Kyoto. El Sr. Talavera, Presidente de la
territorial me nombró Delegado en León para tramitar licencias y realizar
promoción del Judo.
Todos teníamos
nuestra licencia federativa que nos permitía subir de grado. Era obligatorio,
para poder competir, estar adscrito al seguro de la Mutualidad General
Deportiva. En caso infrecuente de lesión, mediante un parte aportado por el
Presidente de la Federación Castellana N.O., era designada la clínica leonesa,
en que te atendían muy bien.
14.05.2020.